VISITAR A LOS ENFERMOS
: visitar a los enfermos. Para ello los católicos tienen como modelo al mismo Jesucristo, que a lo largo de su vida pública mostró una especial predilección hacia quienes sufren. Ciegos, cojos, paralíticos, leprosos… a todos los recibe y los cura. Todos contemplan en Él, el rostro amable de un Dios, que al hacerse hombre, nos comprende mejor y se compadece de nuestras debilidades físicas.
Movidos por este ejemplo los católicos, de acuerdo a sus posibilidades, se acercan a los hospitales de todo el mundo para ofrecer con su presencia un poco de aliento a quienes tanto lo necesitan. No es una misión exclusiva de los sacerdotes o religiosos que dedican su vida a la atención de enfermos. Es más bien un impulso del alma que nos lleva a salir de nosotros mismos, de nuestro pequeño mundo, para dedicar unos minutos a los demás.
Cuántas veces experimentamos un gran alivio en medio de nuestra enfermedad cuando se acerca nuestra madre con una sonrisa o cuando un amigo viene a darnos un saludo. A veces basta una llamada, una simple palabra para hacer más ligero el peso de quien sufre.
Además del acto solidario, a los católicos que visitan un enfermo les mueve algo mucho más profundo. Es la conciencia de servir a Cristo que se manifiesta en el rostro turbado, pálido y quizá desesperado de un enfermo en alguna habitación de un hospital.
Qué hermosa ocasión se nos presenta en esta cuaresma para buscar a Cristo en los enfermos. En un mundo agitado por los gimnasios y las salas de estética, los cristianos demuestran su grandeza de alma pensando por unos momentos en quienes sufren.

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